¿Qué importa el nombre?, ¿qué la edad?, ¿qué el lugar donde se vive? Todo está supeditado a la Ley infinita de un porqué desconocido. Sí, es cierto, todos estamos aquí, pero ¿por qué? ¿A qué le debemos la existencia? Me arriesgaré, siquiera, a aseverar que existimos. ¡Qué va! Al menos, que existo. Y si existo, ¿para qué? ¿Que quién soy yo? ¿Soy? Limitémonos a saber qué es ser. Ser no es existir, pues, por ejemplo, la piedra no “es”, aun cuando existe. Entonces, ¿qué es ser? Ser es tener un “lugar”. Todos los sentimientos: el amor, la envidia, el coraje, el odio... tienen un lugar: el corazón. Todo valor (caridad, libertad, humildad) halla su sitio en la voluntad humana. Esto explica la dificultad que caracteriza el tratar de definir qué significa cada uno, pues distintas mentes son distintos lugares, y distintos lugares dan distintas definiciones. Los valores y los sentimientos son como roedores: hay roedores por todos lados, por todos los lugares, pero en cada lugar, son distintos; no se espera encontrarse uno con los mismos roedores en África que en Siberia. Con los valores y los sentimientos sucede lo mismo. Ahora que he definido – y temo no haberlo hecho correctamente – qué es ser, pasaré inmediatamente a definir otro problema: yo. ¿Qué significa yo? No debe definirse algo por lo que no significa, dicta la Lógica, pero hacerlo me llevaría a delimitar, al menos parcialmente, el campo de interrogación. Yo, no sólo es cuerpo; tampoco es sólo mente. Considero que esto no necesita demostración. Yo, entonces, no es sustancia ni esencia. O mejor dicho, no es sólo sustancia, ni sólo esencia. Tal vez resulta de una combinación entre ambas. Pero, ¿hay alguna manera de demostrarlo? ¿de qué medios puedo valerme para hacerlo? ¿algún ejemplo? Descartes estaba convencido de su existencia debido a su “cogito ergo sum”. Dudar para existir. Entonces, existo. Porque dudo. Porque dudo, entonces, existo. Pero esto me alejó, me distrajo un poco de mi busca: ¿qué significa yo? El yo pues, es quien pregunta. El yo es el sujeto que hace la pregunta. Entonces, ¿sólo soy yo cuando pregunto y dejo de serlo cuando no pregunto? El yo parece más difícil de definir. Se resiste. Intentémoslo de otra manera: yo es cuanto se conoce. Si se conoce algo, ese algo se hace parte de yo. Y yo, luego, soy lo que conozco. Conocer, lo he tomado deliberadamente para expresar cuanto se sabe, no cuanto se ha percibido a través de los sentidos (la vista, en especial). Continuaré el viaje por la pregunta inicial: ¿qué es quién? ¿qué quiere decir quién? Quién es un qué utilizado para las personas. Replanteando la pregunta, se tiene: ¿qué “lugar” conozco? ¿qué lugar sé? Sé muchos “lugares”, pero el que conozco mejor, son mis pensamientos. Por lo tanto, ¿quién soy yo? Yo soy mis pensamientos.

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